Malick tiene 7 años y vive con su madre (Mariana) y su hermano pequeño (Luka) en Diakene Ouloff. Diakene Ouoloff se encuentra en la selvática región de Casamance, al sur de Senegal. Seguramente, Malick sea de las únicas personas del mundo que hablan Euskera y Diola a la perfección, además del Castellano, Oulof y Francés ya que su madre es de San Sebastián y su padre, senegalés. Malick vive la mayoría del año en Senegal, pero también pasa varios meses visitando a sus familiares en Donosti.
Cuando sea mayor, Malick quiere ser pescador y futbolista. Pero no jugará en el equipo español porque dice que son unos"chulitos de los palomitos". Su objetivo es jugar en el Real Madrid o en el equipo de Senegal, aunque sabe que es difícil y que deberá ser mejor que uno de sus jugadores favoritos: Mbapé. Además, le encantan las matemáticas y dibujar. Tiene la suerte de que, en su casa, tiene un mural gigante donde pintar todo lo que quiera, y además, con las manos.
Su pueblo pertenece a la región de Casamance, la joya de Senegal. Casamance es una región al sur del país, de extremada belleza y exuberante vegetación. Además, Casamance es conocida por su gran riqueza y diversidad cultural. En la región conviven siete etnias principales. Entre ellas, una de la mayoritaria son los Diola, originariamente de religión animista (creen que todos los seres vivos tienen alma). Todas estas etnias conviven muy de cerca compartiendo sus celebraciones, rituales y otras tradiciones ancestrales. Casamance se caracteriza a su vez por su clima tropical, con kilómetros de playas inexploradas, islas de arena blanca, árboles milenarios y zonas de manglares y ríos
Malick vive en un pueblo pequeño y muy familiar donde los valores de comunidad y familia siguen intactos. Un pueblo parecido a esos en los que antiguamente vivían nuestros abuelos. Las calles están llenas de vida, repletas de niños jugando y de adultos disfrutando de la compañía en las entradas de las casas. Además, su hogar está rodeado de ríos, manglares y a escasos minutos de las playas más bonitas del país.
La vida en el pueblo es tranquila y transcurre alrededor de la pesca y el trabajo de la tierra. Cada mañana, las mujeres salen a trabajar en sus terrenos donde cultivan la mayor parte de los alimentos que comen. Los hombres salen a pescar o a trabajar a las ciudades cercanas. Como en todo Casamance, sus habitantes viven de manera sostenible y natural. Los locales dan mucha importancia a la alimentación, consumiendo únicamente productos naturales que provengan de sus terrenos o animales. Comprar las verduras, el arroz o la fruta en una gran superficie es algo que no conciben. Todos los vecinos tienen su propia huerta donde cultivan todo tipo de alimentos y conocen los beneficios de cada uno de ellos. Están rodeados de árboles que dan todo tipo de frutos.
Malick tiene la suerte de que su casa se ha convertido también en un centro cultural que recibe a personas que se identifican más con un turismo sostenible. Una casa que su madre diseñó con la ayuda de su tío, con materiales naturales y respetando la flora del lugar. El lugar perfecto para disfrutar con sus amigos jugando al escondite, al futbolín, y al “ pilla pilla” entre las “dianas” de los arboles.
Su hogar es un rincón donde encontrar paz, lejos del turismo arrollador, un sitio donde conectar con la cultura y las tradiciones de la región. En el, no solo viven Malick, Mariana y Luka, sino también Bay y Boy. Ellos son de la familia y son los encargados de que todo marche a la perfección y de que los visitantes se sientan como en casa.
Como cada mañana, ese día desayunamos Malick, Mariana, Luka y yo juntos. Los desayunos suelen consistir en tostadas de pan hecho en casa, tomate de la huerta y zumo de moringa (una planta que tienen en la puerta de casa). Después de desayunar, Malick se marchó al colegio caminando, acompañado por su madre y su hermano pequeño. Malick dice que cree que le gusta más ir al cole en España que en Senegal, porque en Senegal “ no nos dejan jugar al futbol en el cole”. Ese día, Malick estaba emocionado ya que, a la tarde habíamos quedado para ir juntos a pescar, tenía ganas de enseñarme todos los trucos de pescadores que su padre le había enseñado. Malick me confesó que su padre era el mejor pescador de Senegal y pescaba peces enormes.
A las 15:00, cuando salió del cole, vino como un cohete a casa a preparar las gambas que utilizaríamos como cebo. Bay, el mejor capitán de la zona, y yo le esperábamos impacientes.
Malick, vestido con su camiseta de futbolista, se colocó un sombrero colorido de pesca, cogió las cañas y su red y pusimos rumbo al pantalán donde Bay nos recogería en la estrecha barca de madera. Tiene la suerte de que este paraíso está prácticamente en el jardín de su casa. En el camino al pantalán, Malick me iba describiendo su experiencia como pescador en Casamance y preparándome para lo que nos íbamos a encontrar. Mientras esperábamos a Bay, Malick me enseñaba cómo pescar peces con su retel. Consiguió pescar algún pececillo y “gamba transparente”.
Una vez subidos en la piragua, comenzamos a surcar las aguas rio arriba por los estrechos manglares. Avanzábamos sin motor, únicamente ayudados por el remo. En el camino me comentó que una vez, por esas aguas, vio un “pez mareado”, algo de lo que no se olvidaría. Poco a poco llegamos a una zona suficientemente profunda y tiramos el ancla. Preparamos las cañas con las gambas que utilizaríamos como cebo y comenzamos a pescar.
En ese momento la marea seguía bajando, eso complicó bastante la pesca. Malick me insistía en que fuese paciente. Aunque él creía que se estaba “jubilando”de la pesca, porque últimamente “no pesca nada de nada”.
Poco después, con paciencia, Bay consiguió pescar el primer pez, un pez con dientes de humano y que cenaríamos como ceviche esa misma noche. Como dice Malick, el capitán es el primero en pescar.
Con los consejos de los pescadores experimentados yo también conseguí pescar. Saqué un pequeño pez con cresta y otro que devolvimos al agua por ser venenoso.
Lo bueno se hace esperar y finalmente Malick se llevó uno de los grandes. En un principio, con los nervios del momento, pensábamos que se le había escapado, pero no. Fue capaz de demostrarme todo lo que había aprendido.
Poco a poco nos quedamos sin gambas y sin luz, por lo que decidimos hacer recuento y volver a casa.
Volvimos navegando a remo por los canales, disfrutando del atardecer. Bay, el capitán, remaba desde la popa del barco mientras que Malick, en la proa, continuaba contándome sus experiencias.
Le llamó la atención la estrella que brillaba sobre nuestras cabezas y estaba seguro de que esa estrella solitaria más cercana a nosotros era su papá (fallecido el año pasado) ya que nunca había visto una sola estrella en el cielo.
Mientras navegábamos, Malick insistía en que llegaría a jugar en el Real Madrid “Soy buenísimo porque gano a todos los de mi clase.”
Malick no dejó de preocuparse por mi desde el minuto uno, dándome una gorra para protegerme del sol, ofreciéndose a llevarme la caña, guiándome por su pueblo, hidratándome con agua y enseñándome los trucos y costumbres de los más experimentados pescadores.
Los siguientes días que estuve alojada en el centro cultural tuve la suerte de seguir disfrutando de este trocito de paraíso llamado Diaken Oulof con Malick y su familia.
Además de la pesca, el futbol es la gran pasión de Malick. Si no le encuentras en el rio, le encontrarás en el campo de futbol del pueblo.
Como todas las tardes, al salir del cole, los chicos se vistieron con sus trajes de futbol y se prepararon para jugar un partido con la mayoría de los niños del pueblo. Malick se vistió con su uniforme azul con letras amarillas en la espalda en las que está escrito su nombre.
Atravesamos la escuela coránica donde los niños estudian el coran cada día, los campos de arroz y llegamos al campo de futbol. En el, juegan los “chicos mayores” a los que Malick mira con admiración esperando poder algún día jugar contra ellos en campo de los mayores.
Malick y Luka fueron rápidamente a la escuela a jugar contra los chicos de su edad.
Mientras Malick jugaba con los niños , Luka nos enseñaba a su madre y a mi cuál era su clase. Además, nos enseñó cómo hacen “parkour” por las ventanas del colegio.
Después del partido, volvimos a casa dando un paseo por los caminos más salvajes del pueblo. En su pueblo, todo está cerca y todo el mundo se conoce o es familia. Al pasear de vuelta a casa, paramos en casa de la tía de Luka y Malick. Ahí se reúnen cada día y beben zumo de moringa mientras que los niños juegan. Como se hacía antiguamente aquí, no hay que tocar el timbre ni avisar con antelación, simplemente apareces.
De vuelta a casa, organizamos un partido de futbol con su hermano y sus amigos. Malick dice que cuando alguien gana hay que cambiarse la camiseta, como hace Mbapé. Mientras jugábamos, los adultos tomaban té alrededor del fuego como cada noche, compartiendo y charlando.
Después de ganar el partido y de marcar nada mas y nada menos que 10 goles, Malick y Luka fueron a la cama. Mañana les esperaban más aventuras en su pequeño paraíso.